Para usted, mi lector:

"Y los ángeles etéreos rehuyeron a sus hermanos abismales y con hipócrita agonía arrancaron sus extremidades anadeantes y consumieron sus esperanzas de llegar algún día al lugar del que fueron echados como despojo divino. Lo bueno es que, aún en el fondo, pueden haber momentos plácidos."

domingo, 19 de febrero de 2012

La indescriptible aventura de Dimitri DuFou - Capítulo 2

"Pareja caminando en el bosque" de Vincent Van Gogh.


Es sorprendente lo rápido que cae la noche cuando uno se lanza a la aventura. Apenas me vi finalmente sumergido entre los copiosos árboles del bosque, donde se supone habitaba la legendaria criatura, cuando una oscuridad fantasmal me arropó y cegó. Mi cabeza instintivamente se elevó como la de un polluelo que busca alimento, pero debido a la falta de luz no pude identificar la razón de tal acontecimiento. Y recordé las leyendas: la oscuridad que persigue al lobo, ocultándolo como si la mera visión de tal bestia representara un crimen para el mundo tangible.

El bosque en cuestión es justamente eso: un bosque. Árboles hasta donde alcanzan a ver los ojos. mares impresionantes de hojas que muestran una danza de color al pasar el día, grandes sombras y mucha luz... era éste sin duda un reino de la naturaleza.

Ahora bien: había decidido salir en busca del lobo, pero unas horas después, y confieso algo tarde, me encontré preguntándome a mí mismo ¿qué haría cuando encontrara al lobo? ¿lo cazaría como dicen las antiguas tradiciones de mi pueblo? Y entonces, como una embestida recordé las viejas supersticiones y me cuestioné si era posible cazar a tal monstruo. No. Cazar no era mi método. Yo quiero conocer, descubrir grandes secretos y narrarlos con la increíble magia de la literatura. Encontraría al lobo y averiguaría la verdad sobre su existencia. Esclarecería los mitos para traer nuevos hechos a la mesa de la superchería.

Pero, ¿era nuevamente de día? ¿Qué clase de brujería era esta que parecía controlar los cielos? Era entonces como decían los viejos cuentos. Las sombras eran extrañas por estos lares y el bosque parecía susurrar algún importante mensaje en un lenguaje incomprensible para los hombres.

Empuñé mi cuchillo de cazador y observé a mi alrededor en busca de señas de peligro. El oscuro bosque si había convertido, conmigo en él, en un bosque diurno. Todo estaba tranquilo. Escuché el cantar de un gorrión muy cerca y sentí una ligera brisa fresca.

Guardé nuevamente mi arma y continué caminando, siguiendo las sombras que peligrosamente parecían moverse entre los troncos, pero por más que caminé las únicas criaturas que encontré fueron conejos y zorros.

Decidí que era ya hora de comer. El sol me indicaba que ya se había extinguido la mañana y que era tiempo de comer, así que me hice con uno liebre y la cociné en una fogata improvisada que me hizo sentir orgulloso. La carne era tierna y sabrosa.

-La verdad es que este no es un bosque tan malo -me dije... Y entonces llegó la noche.

Llegó como una brisa helada, dándome escalofríos y llenándome de un miedo irracional. Comencé a sentirme muy nervioso y en peligro. Consideré si mantener la fogata encendida o extinguirla para evitar ser descubierto, pero el frío se había convertido en una amenaza.

Pero algo se acercaba... Mi menté voló sin rumbo entre las arraigadas costumbres de mi hogar. ¿Será esta mi primera y última aventura? Sentí pisadas que no parecían de ninguna bestia a mis espalda y me quedé totalmente quieto esperando ingenuamente que pasara el peligro. En ese momento escuché una voz ronca que decía:

-¡Por el cuerno del unicornio! ¡Un hombre! ¡Es un hombre! Pero no es posible... ¡Ha pasado tanto! Tanto tiempo sin presenciar ningún cambio, viendo los mismo árboles, el mismo cielo, la misma impiedad. Después de tantos, tantos años... ¡un rayo de esperanza!

Su expresión me pareció de extraña y no pude evitar externar una ligera sonrisa confusa, pero al verle de frente vi que se trataba de un avejentado guerrero con una gran lanza y mi sonrisa se torció en una mueca entre la preocupación y la pena.

-Cla-claro que soy un hombre -dije confundido-. ¿Qué tiene eso de extraño? ¿Quién es usted?

Pero sin siquiera escucharme el hombre me bombardeó con preguntas.

-¿Cómo llegaste aquí? ¿Tienes mucho tiempo en este bosque? ¿Eres realmente un hombre? No me engañes, que estoy bien entrenado y puedo matarte de una sola embestida de mi lanza.

Comencé a llenarme de preocupación. Este extraño solado no parecía muy en sus cabales. Se notaba el óxido en su armadura y su arma y la madera de su lanza estaba siendo devorada por las termitas.

-Yo... Llegué caminando desde mi pueblo, Lugenskid. Tengo algunas 8 horas aquí y no tengo problema en ayudarle a salir si es que no encuentra cómo hacerlo.

-Imposible. No es posible salir de aquí, y por lo que he notado en todos estos años, tampoco entrar si este maldito bosque no lo desea. Es absolutamente imposible -sentenció con una resignación entre la calma y la desesperación.

-Disculpe -respondí-, pero no entiendo a qué se refiere. A unos 8 kilómetros se encuentra mi aldea y si necesita ayuda puedo guiarlo con gusto.

Los ojos del hombre brillaron y su mirada se volvió atenta.

-¿Estás seguro de lo que dices? ¿Juras que es eso cierto?

-Sí. Yo le guiaré.

-No. Primero iremos al campamento, le dirás lo mismo que me dijiste al capitán y si por los dioses es mentira, morirás contra el filo de mi lanza y tu cabeza y entrañas serán alimento de los pájaros.

Sentía que un sudor frío me había envuelto de pies a cabeza. Me empujó para que fuera en la dirección de la que había venido, con la punta afilada en mi espalda, pero aún tenía esperanzas de que aquel al que denominó "el capitán" tuviera algo más de juicio que este viejo demente. 

Y pensé: "No que querías aventuras, Dimitri. Aquí están tus aventuras, afiladas y mortales y justo a tus espaldas, amenazándote".

Fue una verdadera odisea caminar en la oscuridad por un bosque escabroso mientras atentan contra tu vida, pero la costumbre parecía guiar a ambos caminantes.

Finalmente me encontré frente a una gran luz que pronto se convirtió en algo más que solo un resplandor y pude ver un gran claro, coronado con una enormísima fogata y un amasijo de tiendas deshilachadas y gastadas. Parecía como si la desesperanza habitará físicamente en cada una de esas insignificantes viviendas. Como si sólo estuvieran esperando la bendición de la muerte.

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