Para usted, mi lector:

"Y los ángeles etéreos rehuyeron a sus hermanos abismales y con hipócrita agonía arrancaron sus extremidades anadeantes y consumieron sus esperanzas de llegar algún día al lugar del que fueron echados como despojo divino. Lo bueno es que, aún en el fondo, pueden haber momentos plácidos."

jueves, 9 de febrero de 2012

Aún no tengo prisa.

"Campesino quemando maleza" de Vincent Van Gogh.

No tenía nada de prisa, pero eso parecía no importarle al encargado. Parecía como si quisiera desquiciarme con sus insistentes embistes, no dejándome apreciar los detalles del camino.

Nací simplemente una tarde calurosa de un verano ya perdido a la vuelta de la esquina. Mis ojos se cerraron una vez y al abrirlos me di cuenta que ya el inocente tiempo de la escuela había pasado, que la universidad era alimento de peces de la memoria, cuando todo esto era en mí un recuerdo aún no cuajado.

Pestañeé por nueva vez y en lo que el párpado recorría los escasos milímetros hasta cerrarse, me di cuenta que mi matrimonio ya era una vieja historia, que mis vástagos ya eran grandes personas para mí desconocidas, y mientras se abrían nuevamente tuve nietos, pequeños y rollizos, nunca supe sus nombres.

Entonces decidí oponerme a tan nefasta maquinaria, endemoniada carga y pesar de los mortales, pesadilla enmascarada en sueño, quería poder decir que fue la última vez que fui su víctima.

Pero no fue así.

Por más que traté de mantener los ojos abiertos, en un pequeño momento fui esclavo nuevamente de la forma en la que la vida está hecha.

Cerré mis ojos por última vez, mientras la vida me arrollaba y me eximía de sus derechos. Recuerdo las voces susurrantes, lejanas y ausentes de quienes eran para mí más importantes. Creo que finalmente pude reconocer a la persona con quien compartí mi vida. Su voz era como la imaginaba. Su rostro un vestigio desconocido en una memoria ya atrofiada. Su caricia, lo que más me hizo sentir vivo.

Y así, en pensamientos que nunca pude compartir, concluyo este teatro tragicómico de mal gusto. No es que sea ingrato. Sé que la vida es algo precioso. Pero, ¿por qué es tan rauda y vertiginosa? ¿Por qué tan frágil? En estos preciosos momentos en los que tengo la fortuna de aún contar con mi voluntad, deseo compartir una sola cosa: un consejo. Mantente atento. La vida pasa muy, muy rápido. Despierta. Levántate. Haz que valga.

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