En el mundo pasan tantas cosas, pero estamos tan lejos del mundo. Somos una pequeña isla, con una pequeña frontera, y pequeñas personas que, como hormigas, se pierden en la marea del trabajo y la insignificancia. Hace poco me di cuenta de que, independientemente de lo que pase en el mundo, la situación de esta elevación terrosa es propia, ausente, indistinta. Es una lástima que la globalización sea más un estado mental que un intercambio material, porque si no fuera lo segundo estaríamos en el tope evolutivo.
Atentamente,
Costelo, hijo de unas costas abandonadas; del mar contaminado; de la tierra malgastada; de la ausencia de intención; del tercermundismo filosófico y mental; de la carencia, sobre todo, de esperanza; de la falta de respeto; del insulto a la inteligencia; de los fantasmas inmortales de Santo Domingo; del mundo al que no se le permite ser parte.